El poptimismo es un fenómeno completamente criticable y cuestionable, porque es la introducción de la lógica pequeñoburguesa de la corrección política y de la del populismo a la discusión musical, es decir, es una fascistización de la discusión musical, y sus críticos tienen toda la razón en criticar a dicho fenómeno, además de que sus argumentos en general, son válidos, pero en cuanto buscan salir del problema, es cuando caen en la mistificación ideológica, es decir, a los críticos del poptimismo les hace falta abrazar a Hegel y su dialéctica, y criticar a las mismísimas bases de este para finalmente socavarlo.
El poptimismo es en principio es un pensamiento razonable y hasta sensato, es decir, reconocer que el pop también puede llegar a ser arte en sí no tiene nada de malo, porque finalmente tenemos numerosos ejemplos donde llegó a serlo o estuvo cerca, no obstante, ese no es el problema, y es aquí donde debemos volver a Hegel y a Marx, pues el problema no se encuentra en dicho pensamiento, sino en la práctica, y para socavaral poptimismo necesitamos no solo ir hacia este, sino a su base: el dogma del "progreso" con todo y su utilitarismo y aplicar la dialéctica hegeliana a este, pues como habría que recordar, la verdad no se encuentra en lo bueno de algo, sino en lo que sale mal y es aquí donde me ganaré muchas críticas, pero precisamente lo que por mucho tiempo fue el "factor x" sagrado e incuestionable de la modernidad también debe ser sometido a la crítica y a la dialéctica hegeliana.
No nos debería sorprender que el mayor dogma de la izquierda miserable sea precisamente el del "progreso", sea cual sea la variante de esta, desde los marxistas arcaicos, los anarquistas y los populistas como Alfredo Jalife, Santiago Armesilla, Julen Robledo, Roberto Vaquero o Diego Ruzzarin hasta las variantes que abiertamente se hacen llamar "progresistas" o "transformadoras", la izquierda miserable lleva bajo del brazo el dogma del "progreso" y eso es más que notorio en la corrección política y la cultura de la cancelación, o para decirlo de manera más sencilla, los neopuritanismos que hoy nos achacan en el occidente son los que están más obsesionados con el "progreso", pues ante la destrucción que ha generado el capitalismo, no solo a nivel económico y político, sino también en el nivel ético, moral y hasta en nuestros modales, la izquierda, ante su total falta de un proyecto político y económico viable, se ha entregado al hípermoralismo otrora reservado para la derecha más putrefacta e insalubre, que hoy es la que hace uso de la vulgaridad y la perversión para crear una solidaridad grosera, este es el fenómeno que vemos una y otra vez en el occidente, y la izquierda en su miseria política, en lugar de articular una lucha que rescate los modales y otras leyes no escritas que están hechas para romperse discretamente, que son las que conocemos con el término lacaniano de "gran Otro", la izquierda miserable ha decidido que todo debe ser regulado abiertamente, como si se tratara de un asunto que debe ser regulado por tecnócratas, creando así un totalitarismo muy peligroso, que no es más que perversión pura y dura, pues se trata de un hípermoralismo pequeñoburgués que efectivamente busca de manera neurótica un ritual obsesivo para que nada cambie, es decir, es la impotencia de las clases medias, que se revisten con una falsa consciencia (hípermoralismo) con el fin de obstaculizar luchas genuinamente transformadoras, y como anécdota, les contaré algo que me sucedió por allá en el 2018, cuando aún estaba adquiriendo consciencia política pero no tenía las agallas como para llamarme a mí mismo "comunista", y es que en aquel entonces yo estaba en un grupo de anarquistas y un día discutí con uno de ellos, y mientras que yo ya tenía cierta idea sobre lo que había que cambiar, el tipo se atrevió a afirmar que nuestras relaciones socio-económicas y sus dinámicas no debían ser cambiadas siempre y cuando hubiese un consentimiento mutuo para que estas fuesen efectuadas, sino que el cambio debía estar en las cuestiones éticas, morales y de modales, es decir, que mientras actuásemos de manera moral, ética y tuviésemos buenos modales, no debíamos preocuparnos de lo demás y que solo así el anarquismo funcionaría, y esto es lo que confirma el desprecio de Marx y Engels por personajes como Proudhon y Bakunin, pues finalmente esto no es distinto a las mistificaciones ideológicas de los derechistas cuando estos repiten cosas como: "el cambio está en uno mismo", "cállense y dejen de criticar, que eso no les servirá de nada" o "el pobre es pobre porque quiere", pues la pequeña burguesía carece de consciencia de clase, pues se trata de una clase intermedia entre la burguesía y la plebe (en el sentido más hegeliano posible), que aunque sus intereses sean exactamente los mismos que los de la plebe, ellos creen que sus intereses son los mismos que los de la burguesía y lo que ven en un proyecto socialista es una amenaza a su precaria propiedad de medios de producción, cuando de hecho, el fin de dicho proyecto es sacar a la gente de la pobreza y hacer que todos vivamos como dicha pequeña burguesía, por lo que obstaculizan dicho proyecto con moralismos ingenuos que guardan en su núcleo, una lógica asquerosamente reaccionaria, ahora, ¿Qué tiene que ver todo esto con el poptimismo y el dogma del "progreso"? La respuesta es algo complicada, pero no imposible de responder, pero precisamente el dogma del "progreso" es incuestionable y está elevado a algo sagrado dentro de la modernidad, no obstante, la historia nos demostró una y otra vez que ese optimismo por el "progreso" resultó en cosas muy desagradables, incluyendo el nazismo y el estalinismo, y esta es la razón por la que debemos volver a Hegel, pues la dialéctica, lejos de ser ese sistema tripartita de tesis-antítesis-síntesis, más bien es un sistema que alumbra a la verdad que se encuentra en lo que resulta catastrófico, y es aquí donde me atrevo a llamarle a este pensamiento, "la dialéctica del progreso", pues la izquierda miserable, en su obsesión por el "progreso", ha logrado crear una mistificación ideológica que apunta a un hípermoralismo burgués que es el de la corrección política y la cultura de la cancelación, por lo que el "progreso" ha pasado a convertirse en un nombre más para nuestro camino a un nuevo oscurantismo, es decir, a la izquierda miserable poco le falta para convertirse en aquella vieja mojigata que otrora hubiese sido panista, y cuando esta lógica junto con la del populismo es combinada con el consumismo, lo que tenemos es poptimismo puro y duro.
El poptimismo se justifica a sí mismo con una narrativa completamente falsa en la que supuestamente los críticos musicales privilegiaban al rock y lo veían como sinónimo de progreso artístico y como el camino a seguir sobre otros géneros populares, y el pop siempre quedaba fuera por motivos de discriminación, intolerancia y otros horribles prejuicios, cosa que es completamente falsa, porque las pruebas empíricas que se encuentran en las revistas viejas muestran que el pop siempre gozó de buena reputación frente a los críticos, y que más bien el poptimismo es una narrativa que busca justificar al consumismo estúpido de los fandoms de gente como Taylor Swift o de las boybands/girlbands asiáticas con argumentos hípermoralistas y populistas, es decir, su consumismo queda justificado como si se tratase de una virtud ética, moral o hasta política donde el victimismo juega un papel importantísimo en dicha narrativa, por lo que aquí no puede faltar la política identitaria, y para prueba de ello está el desafortunado y estúpido incidente del verano de 1979, en el que a un locutor de radio de Chicago, Illinois, se le ocurrió hacer la broma de convocar a una quema de álbumes y sencillos de música disco en el medio tiempo de un partido de beisbol y la gente se lo tomó en serio con el fin de ir a echar desmadre, no obstante, en las reinterpretaciones poptimistas, este hecho se ha convertido en sinónimo de las ideas "retrógradas", "intolerantes", "prejuiciosas" y "conservadoras" del público rockero, pues según este revisionismo histórico, esa noche, los rockeros demostraron ser los patanes más homofóbicos, racistas y sexistas que existen, es decir, para el poptimista, el rockero es un personaje oscurantista y malvado que casi casi preferiría vivir en las épocas del puritanismo protestante mientras que el popero es sinónimo de "progreso", "tolerancia" y "modernidad", y es en esta lógica donde radica el verdadero oscurantismo, pues esta narrativa apuesta por una lógica fascista, tal y como la formuló el mismísimo Martin Heidegger con su concepto de "enemigo", (y que quede claro que este post NO intenta desacreditar o restarle mérito a Heidegger como filósofo, pero sí señalar que al estar involucrado con el partido nazi, también compartió sus prejuicios ideológicos, o mejor dicho, su sentido común), y es que el poptimismo se ha creado a un enemigo con el fin de no tener que lidiar con la verdad de su posición, es decir, el gran legado de la música popular del siglo XX, no fue nada de lo que el crítico, historiador o rockero promedio suele considerar comúnmente, (si uno les pregunta, casi siempre saldrán con que es el rock progresivo, el hard rock, el heavy metal, el punk o el rock alternativo), sino que fue la psicodelia, porque marcó un antes y un después en la historia de la música popular, empezando con el hecho de que fue la psicodelia la que creó la división entre la música "mainstream" o "comercial" y la música "underground", es decir, grupos como los Beatles, los Animals, los Kinks, los Who, los Yardbirds, los Byrds, los 13th Floor Elevators, Grateful Dead, Jefferson Airplane, Cream, la Jimi Hendrix Experience, Pink Floyd, Quicksilver Messenger Service, Moby Grape, Traffic, entre otros, fueron los primeros en prescindir de las fórmulas impuestas por la industria del entretenimiento y en genuinamente pensar su música como arte, y esta escisión con el utilitarismo de las fórmulas industriales fue la que hizo que la música popular tuviese dos corrientes, la comercial/utilitaria y la underground/artística, y la verdad del poptimismo como posición es que lo único que está haciendo es defender a las fórmulas industriales que su único propósito es el de propiciar entretenimiento frente a una realidad tediosa y asquerosa, y es aquí donde las críticas de Theodor Adorno cobran cierta validez, a pesar de estar hechas en un contexto relativamente lejano, pues precisamente lo que señalaba Adorno con respecto a la música popular es que esta estaba diseñada para entretener, no para generar una experiencia artística genuina, y aunque en parte tiene razón, el problema con los postulados de Adorno es que este estaba muy dogmatizado con respecto al "progreso" y precisamente uno de los mayores enemigos del arte ha sido el "progreso", no en el sentido en el que usamos esta palabra cotidianamente, sino porque el dogma del "progreso" es utilitario, y ha servido más que para crear obras genuinamente interesantes, más bien ha servido para vender gatos por liebres, es decir, las obras más imbuidas en el "progreso" son aquellas que tienen un carácter retórico y que realmente no apuestan por el arte, porque si lo hicieran, apostarían por la calidad, incluso si estas no son vistas como "novedosas" o "de moda", y estas son las obras que más solemos experimentar como aburridas, sosas, sin chiste, escuálidas, anodinas y demás, porque su fin no es el de crear una coherencia, sino una retórica, por lo que sí, su fin es totalmente utilitario, y es por eso que el arte moderno y el kitsch responden a un mismo fin pero de formas distintas, es decir, mientras que el arte moderno es arte retórico, el kitsch es pseudoarte decorativo que no tiene ningún propósito más que el de utilizarse, y el verdadero arte, incluso si tenía algún fin utilitario en su concepción, como por ejemplo, numerosa música de protesta, lo que lo hace verdadero arte es precisamente que dicha música pueda trascender a su fin, al punto en el que se haga completamente inútil y esta termine por no responder a ningún fin utilitario, y esta experiencia artística precisamente sucede porque existe un cuidado importante en relación a su calidad por parte de su(s) creador(es), y es por eso que el verdadero arte no necesita ser explicado para ser comprendido, es decir, no necesita de un curador que sea un retoricista extraordinario que cree una explicación, sino que el verdadero arte al ser coherente, se autojustifica y precisamente lo que mucha gente llama "sutileza", va estrictamente ligado a la coherencia, pues esta no es algo que pueda percibirse directamente, puede tardar años en que por fin pueda percibirse, es decir, la coherencia es ese "algo" que hace una obra musical, de pintura, de teatro, etcétera, funcione, es decir, que valga la pena, que sea algo genuinamente memorable, trascendente y bello, que nos haga pensar, que nos ponga en una sublimación sin precedentes, que pueda sacarnos nuestros sentimientos más profundos, y esto es siempre sutil, porque no es perceptible por todos, sino solo por los que han logrado educar a sus sentidos y a su intelecto, esta es la razón por la que por ejemplo, el rock psicodélico suele ser tan desdichado incluso por aquellos "rockeros" cultos como "música de marihuanos", pues su coherencia no radica en algo que pueda percibirse directamente como las fórmulas usadas por los grupos de hard rock vulgar como AC/DC, Aerosmith, Van Halen o Kiss o por lo sentimentaloso de mucho del rock alternativo, sino que precisamente radica en un algo que es lo que le da orden y que una vez percibido esto, escuchar rock psicodélico es toda una experiencia, y es en esta sutileza donde radica el disgusto de mucha gente por el rock psicodélico, esas frases que lo menosprecian al considerarlo "música de marihuanos", "música de drogadictos" o eso de "yo solo puedo escucharlo si estoy bajo los efectos de alguna droga", estas frases solo pueden salir de gente que no puede detectar la coherencia que radica en dicha música, pues sus oídos están acostumbrados a las formulitas que se le han repetido hasta la saciedad, entonces, la verdad del poptimismo radica en que la mayoría del pop que defiende, es música que al estar diseñada para responder a una fórmula impuesta por la industria, como si se tratase de una película pornográfica, carece de calidad y por lo tanto, de legitimidad artística, y es por eso, que el pop también pasa a convertirse en música retóricista, porque solo la retórica y la narrativa pueden justificarla y defenderla, finalmente la retórica y la narrativa se pueden prestar a todos nuestros prejuicios ideológicos.
Otra cosa que habría que mencionar es el anti-intelectualismo inherente al poptimismo, y es que el intento de politizar a la discusión musical por parte de los poptimistas es muy endeble y criticable, pues no parte de una politización bien pensada, sino de una apelación a las emociones y al sentido común sobre el intelecto y la razón, y es por eso que se trata de una politización profundamente reaccionaria y populista, a pesar de que intente aparentar lo contrario, y su uso de las falsas dicotomías de pueblo vs. élites, colectivismo vs. individualismo, tolerancia vs. intolerancia, etc. No solo demuestran su miseria política, sino también un profundo elemento anti-intelectualista, y es por eso que aquí vale recordar este fragmento del artículo Un culto a la ignorancia de Isaac Asimov, escrito en 1980:
"Tenemos una nueva palabra de moda, también, para cualquiera que admire a la competencia, el conocimiento, el aprendizaje y a la maestría, y desea difundirlo por todos lados: a las personas como esas se les llama "elitistas". Esa es la palabra más divertida jamás inventada porque las personas que no son miembros de la élite intelectual no saben ni como pronunciar "elitista". Y tan pronto como alguien grite "elitista", queda claro que esa persona es un elitista de closet que debe sentirse culpable de haber ido a la escuela"
Desde fines de los 70's (o 1981, para ser más específico), se ha usado el término "rockismo"/"rockista", primero como una broma por parte del músico de post-punk Peter Wylie, haciendo parodia a la campaña Rock Against Racism y luego tomada por los críticos musicales del new pop, aunque no con un fin populista y anti-intelectualista, sino que su uso estuvo justificado en aquel momento cuando cierto público rockero despreciaba al glam rock, el new wave, el post-punk y admiraba a Led Zeppelin, Pink Floyd, ELP, Frank Zappa, Henry Cow, etc. No obstante, hacia fines de los 80's, surgió la escena del rave y con ella surgió un neohippismo bastante ingenuo, que de alguna manera fue uno de los verdaderos orígenes del poptimismo, pues aquí ya estaba la lógica populista muy al estilo de la despreciable política gringa en la que sus miembros afirmaban que los "rockistas" eran "individualistas" y por lo tanto opuestos al "colectivismo" del rave, cosa que evidentemente es una falsedad, pues para retomar a Slavoj Žižek, lo que hace falsa a esta disyuntiva es su planteamiento tan superficial y tan vago, es decir, aquí hay que ponerlo en un contexto genuinamente político y filosófico: la idea del individualismo es la de defender nuestros intereses individuales, no obstante, esos intereses al estar compartidos por otros individuos, son colectivos también, entonces, la disyuntiva entre individualismo y colectivismo queda evidenciada como falsa, porque finalmente los intereses individuales no están fundamentados en una lógica solipsista, sino en una colectivista y más bien lo que se opone al colectivismo es la envidia, pues es una actitud muy miserable que puede llegar a ser autodestructiva con el único fin de destruir al que tiene junto, y con esto podemos afirmar que mucho del pensamiento populista está fundamentado precisamente en la envidia, y por ende, el poptimismo también se adhiere a esas conductas miserables, pues precisamente el poptimismo apuesta por la lógica de que existe una totalidad orgánica/libre de antagonismos en la que la tensión solo puede ser introducida por un intruso perturbador externo, en este caso, el "rockista" lo es, y el rock, por lo tanto, se convierte en esa música terrorífica, intrusiva, que introduce al antagonismo por medio de sus distorsionadas guitarras, sus voces desgañitadas y su voluminosa instrumentación, y es precisamente el poptimismo el puente entre Trump y el progresismo liberal: las dos caras de la misma moneda unidas en una sola lógica que apunta a la música, y es por eso que uno no debería de tener miedo de antagonizar con la retórica de moda en las redes sociales en donde el rockero es acusado de repetir las mismas conductas de los viejos conservadores del siglo XX que solían recriminar a sus hijos rockeros por supuestamente escuchar música de "greñudos", "mugrosos", "drogadictos", etcétera y más bien voltearla para afirmar que esa lógica ultraconservadora ha regresado disfrazada de "tolerancia" y "progreso", y que el rockero sigue siendo la víctima de dichos personajes, pues finalmente habría que mencionar que por ejemplo, el reggaeton, los corridos tumbados, el trap y el pop desechable que hoy son defendidos por el poptimismo no solo se justifican mercantilmente por seguir fórmulas sobreexplotadas, sino que también quedan justificadas dentro del hípermoralismo pequeñoburgués, pues finalmente son músicas banales que lejos de hacer pensar, más bien reproducen la lógica reaccionaria del capitalismo, tal y como lo señaló Mark Fisher con respecto al rap y es que el rap, mediante su estética lumpen, de ghetto, sus letras que hablan explícitamente de actitivades delictivas, drogas, dinero, prostitutas, asesinatos y demás, así como sus beats creados en loop, no son más que un llamado al conformismo y una justificación de la mediocridad propia del capitalismo, y lo mismo va, por ejemplo, con las nuevas canciones de "protesta" como Rich Men North of Richmond de Oliver Anthony, porque tanto el rap, el reggaeton, la banda sinaloense y demás, como dicha canción, no proponen nada, son simplemente quejas sin más, es decir, la verdadera música de protesta suele proponer crear uniones de gentes con intereses revolucionarios en común, e incluso canciones más ligeras y menos politizadas como Get Together de Dino Valenti, que iba en protesta contra la guerra de Vietnam, apuesta precisamente a que todos se amaran entre ellos y se unieran para protestar en contra de esta, e incluso la choteadísima Imagine de John Lennon apunta a la misma dirección, por lo que sí, el poptimismo ES profundamente reaccionario y ¿por qué no? Hasta fascistoide, porque finalmente tiene el mismo elemento miserable del nazismo, y en todo caso, también habría que mencionar algo que propuso Žižek hace poco en un artículo reciente para su blog de Substack, y era que la izquierda debía tener una nueva separación sectaria, jacobinista, que fuera en contra tanto de la derecha como de la izquierda miserable -los patiños de la derecha-, y precisamente tanto los rockeros como los críticos musicales deben valerse de su "esnobismo" y separarse de la miseria populista del poptimismo, afirmar que lo "democrático", "pluralista", "tolerante" y "progresista" del poptimismo no es más que una fachada para ejercer los prejuicios más reaccionarios de las mayorías, es decir, el poptimismo no es más que la fascistización de la discusión musical.
Ahora, explicado lo del poptimismo, vamos al punto de este artículo:
¿Por qué defender lo "viejo" y a la "vejez" frente a lo "nuevo" y lo "joven"? Precisamente porque nos encontramos en un punto donde estamos atascados, donde la innovación en el arte se ha convertido en un dogma irrealizable, precisamente porque hemos explotado al 100% al concepto de "progreso", por lo que siempre se buscará transgredir, aunque eso de "transgresión" no solo haya perdido peso, sino que básicamente sea lo que complementa al poder, por ponerlo en términos foucaultianos, es decir, nos encontramos en un bucle ideológico donde la "transgresión" es la mejor forma de mantener al sistema y por lo tanto, ya no tiene nada de subversivo, pues el sistema nos permite abiertamente realizar nuestras fantasías más perversas y lo que termina perdiéndose es el inconsciente, es decir, aquello a lo que no tenemos un acceso directo, y esta es la razón por la que lo "nuevo" no solo no tiene peso, es una carroña de la que se busca comer una carne que dejó de existir desde hace mucho, y por lo tanto, lo único que podemos hacer es aplicar a Žižek en la música, es decir, hay que retirarnos de ese mandato moderno de experimentar por experimentar y enfocarnos en la calidad, incluso si lo que hacemos es lo que ya ha sido hecho, pues lo que estamos haciendo es un ejercicio reinterpretativo que es lo único que probablemente nos pueda llevar a innovar, no obstante, hay que olvidarnos del optimismo, porque estamos también aplicando a Lenin, es decir, arriesgando lo imposible, por lo que debemos olvidarnos de las garantías empíricas y empezar a tocar cosas viejas, olvidarnos de aparentar estar en onda con la chaviza.