martes, 21 de junio de 2022

El rock como elemento subversivo en el capitalismo tardío

 
Después de leer un poco sobre la historia del movimiento y subgénero musical brasileño conocido como "tropicália" o "tropicalismo" (que básicamente era una fusión de música psicodélica con distintos géneros musicales originarios de Brasil) y de cómo los estudiantes marxistas de ese país, que además de todo eran ultranacionalistas, criticaron al movimiento por absorber la influencia de la "decadente cultura capitalista" y de no apegarse a lo "auténtico", decidí hacer este pequeño artículo al respecto, ya que esta misma historia se repitió en la mayor parte de los países latinos en ese momento (como la penosa descalificación de Carlos Monsiváis y diversos intelectuales "izquierdistas" a la "onda chicana" y a Avándaro) y en la actualidad se sigue repitiendo, ya que las izquierdas tanto latinoamericana como la española, se han aferrado a un discurso cripto-nacionalista que no solo sigue privilegiando a lo folcloroide, sino que ahora se le ha añadido la penosa y pequeñoburguesa tendencia de ver a lo kitsch como "una expresión auténtica de las minorías", pero no nos adelantemos y vayamos al grano.

Cuando la psicodelia comenzó a expandirse a todo el mundo, Latinoamérica y España no fueron la excepción, pues varios países tuvieron unas escenas psicodélicas y unos movimientos contraculturales muy prolíficos y activos, como fueron los casos de México, Chile, Perú, Argentina, Brasil y España principalmente, que aunque surgieron con elementos muy locales y no fueron exactamente idénticos a sus orígenes anglosajones, mantuvieron ciertas características heredadas del hippismo de Estados Unidos y del underground británico, y esto fue motivo para que las izquierdas latinas que estaban mayormente influenciadas por el estalinismo (o "marxismo-leninismo") criticaran duramente a estas y hasta las acusaran de "un despojo de las raíces locales", lo cual, por supuesto, no era cierto, ya que cada hippismo abrazó algún elemento folclórico característico de su país, como por ejemplo, los jipitecas mexicanos abrazaron cierta influencia indígena en sus vestimentas y también fueron los primeros que lograron fusionar elementos de las músicas autóctonas mexicanas con el rock psicodélico como fueron los casos de las Ventanas, los Locos, los Dug Dug's, Toncho Pilatos, Ciruela, Antorcha, The Huevo Blues, Marabunta, Náhuatl y Mr. Loco o los antropófagos brasileños con la "tropicalia" que combinaba la psicodelia con la samba, el bossa nova y otras músicas autóctonas de Brasil, sin embargo, la crítica y el rechazo siguió persistiendo, ya que esas izquierdas pecaron de ultranacionalistas en su momento y no pudieron darse cuenta de que al final le estaban construyendo el camino a la derecha de corte fascistoide que gobernó a la mayor parte de Latinoamérica en ese tiempo. Ahora, las cosas no han cambiado realmente, pues lo que quedó de la izquierda que se ha pasado, ya sea a un liberalismo fukuyamista o al populismo, sigue con el mismo discurso, pero ahora a un discurso que sigue siendo cripto-nacionalista se le ha agregado la tendencia posmoderna y políticamente correcta de las minorías y de cómo sus expresiones son "genuinamente contestatarias", aunque en realidad sea puro kitsch, ya sea de corte folcloroide o de corte más actualizado que incluye reggaeton, trap, pop o algún elemento lésbico-gay bastante patético -y que quede en claro que no soy homofóbico, pero el kitsch gay simplemente es patético- mientras que el rock sigue teniendo la imagen de ser la música del "enemigo", solo que ahora el "enemigo" no es el capitalismo, ni la burguesía, sino "el malvado hombre blanco, machista, cisgénero y patriarcal", sin embargo, lo que nos deja en claro la historia es que el ultranacionalismo que ve al folclor autóctono como algo "auténtico" y "contestatario" hoy es más que nunca algo reaccionario, una plaga que está a dos segundos de situarse en el fascismo más patético o en un chovinismo barato y populachero digno del populismo de derecha, mientras que el rock (especialmente el de corte más clásico y melódico), hoy aparece como ese elemento subversivo que no se puede adaptar al funcionamiento de la posmodernidad, como un atentado al gusto de las masas, del vox pópuli, como la música que representa a esa juventud desesperanzada que quiere ver al mundo arder.

Hoy la izquierda evidentemente no ha aprendido de sus errores históricos, de sus fracasos y en lugar de moverse a un pensamiento distinto como el de gente como Slavoj Zizek, Alain Badiou, Alenka Zupancic, Mladen Dolar, Vivek Chibber, Mark Fisher, entre otros, prefiere resguardarse en un pensamiento retrógrado y desactualizado que ha sido un rotundo fracaso y que se niega a aceptar que el Siglo XX NO existe más.

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